D. LUIS: ¡Oh! Y vuestra lista es cabal.
D. JUAN: Desde una princesa real a la hija de un pescador,
¡oh!, ha recorrido mi amor toda la escala social. ¿Tenéis algo que tachar? D.
LUIS: Sólo una os falta en justicia.
D. JUAN: ¿Me la podéis señalar?
D. LUIS: Sí, por cierto: una novicia que está para profesar.
D. JUAN: ¡Bah! Pues yo os complaceré doblemente, porque os
digo que a la novicia uniré la dama de algún amigo que para casarse esté .
D. LUIS: ¡Pardiez, que sois atrevido!
D. JUAN: Yo os lo apuesto si queréis.
D. LUIS: Digo que acepto el partido. Para darlo por perdido,
¿queréis veinte días?
D. JUAN: Seis.
D. LUIS: ¡Por Dios, que sois hombre extraño! ¿cuántos días
empleáis en cada mujer que amáis?
D. JUAN: Partid los días del año entre las que ahí
encontréis. Uno para enamorarlas, otro para conseguirlas, otro para
abandonarlas, dos para sustituirlas y una hora para olvidarlas. Pero, la verdad
a hablaros, pedir más no se me antoja, porque, pues vais a casaros, mañana pienso
quitaros a doña Ana de Pantoja.
D. LUIS: Don Juan, ¿qué es lo que decís?
D. JUAN: Don Luis, lo que oído habéis.
DON LUIS: Ved, don Juan, lo que emprendéis.
DON JUAN: Lo que he de lograr, don Luis. [...]
DON LUIS: ¿Estáis en lo dicho?
DON JUAN: Sí.
DON LUIS: Pues va la vida.
DON JUAN: Pues va.
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